¿Quién fue Alexander Hamilton?

 

Los especialistas de la historia económica norteamericana coinciden, muchos de ellos, en que Estados Unidos le debe su actual poder económico y militar a Alexander Hamilton, un visionario que supo encauzar dicho país por el sendero del desarrollo y la prosperidad.

 

Hamilton fue un capitán del ejército en la guerra de la Independencia norteamericana y el primer secretario del Tesoro de los Estados Unidos, equivalente al cargo de ministro de Economía y Finanzas en nuestro país. 

 

La vida y obra de este personaje podría parecer de interés exclusivo para los más entusiastas admiradores del ethos norteamericano, pero lo cierto es que las pautas de política fiscal y económica planteadas por Hamilton arrojan conocimiento valioso para todo aquel que quiera averiguar cómo, en el transcurso de un siglo y medio, un país agrícola y predominantemente rural puede convertirse en una potencia cuya moneda, cultura, y fuerza militar se extienden a casi todo rincón del planeta.

 

Si este asunto logra despertar su intriga, permítanos darle la buena noticia: Crisol cuenta con un stock limitado de ejemplares de los libros Concrete economicsyCapitalism in America, obras escritas en inglés por expertos de talla mundial en la materia.

 

Tal vez presuma usted que el rigor de estos libros los dota de un hermetismo que solo el más excelso erudito puede franquear. Nada más lejos de la verdad. Continúe leyendo la nota para conocer el perfil del lector de estas obras. Encontrará, tras ello, un resumen de la amarga adolescencia de Hamilton, seguido de unos comentarios finales sobre los dos libros recomendados.

 

Perfil del Lector

Es posible que muchos crean, erróneamente, que los autores de prestigio académico infunden un tecnicismo indescifrable a sus obras. Sí es cierto que lo hacen, pero no a todas ellas. El formato de publicación propicio para ello es el paper académico que figura en revistas indexadas, no el libro que uno se topa en una librería.

 

Indaguemos a fondo este asunto. El economista tiene dos formatos de publicación: el libro y el informe de investigación, también llamado paper. Esta segunda opción es la preferida cuando el autor busca poner al escrutinio de sus colegas los aportes que cree haber hecho a la teoría económica o a los métodos estadísticos del contraste de hipótesis. El público objetivo en dicho caso es una audiencia especializada, conformada por los investigadores de vanguardia de la profesión.

 

Las publicaciones hechas en formato de libro caen, por su parte, dentro de una de las dos categorías siguientes: el texto de consulta para los estudiantes universitarios, el cual expone la doctrina que estos deben adquirir para introducirse al gremio de la profesión, y el ensayo, que apunta a una audiencia mucho más amplia. Es en esta última categoría donde “Concrete economics” y “Capitalism in America” están situados.

 

El ensayo no asume que el lector conoce la jerga de la profesión, y por ende intenta prescindir de ella o esclarecer su significado. Los entresijos teóricos y el método de contraste son solo aludidos, explicados a muy grandes rasgos, o relegados al anexo; ello en pos de una clara exposición de los puntos que el autor desea enfatizar. Por ejemplo, Greenspan y Wooldridge —autores de “Capitalism in America”— mencionan que en la década de 1950 se midió por primera vez el aporte de la innovación tecnológica al crecimiento del PBI, y que este tipo de medición permite a los economistas afirmar que no es un uso más intensivo de los factores de producción, sino un uso más eficiente de los mismos lo que dispara el crecimiento económico. Los autores eligen, sin embargo, no abordar los detalles técnicos de esa medición ni los precedentes teóricos que la anticiparon. 

 

Estos libros, en suma, apuntan a toda persona que esté dispuesta a hacer el esfuerzo de leerlos, y no solo al economista consumado. Los únicos requisitos que demandan del lector son, en primer lugar, dominio del inglés —puesto que están escritos en lengua anglosajona— y, en segundo lugar, una dosis de esfuerzo. Así como los documentales exigen mayor concentración que una película comercial, un ensayo también demanda del lector una mayor atención al detalle que una obra literaria de ficción. El propósito de los libros recomendados no es proporcionarle un escape de la realidad, sino todo lo contrario: insertarle más profundamente en ella; exponer aspectos sutiles de la realidad que usted probablemente no conocía. Para sacar provecho de este tipo de lectura conviene tener una libreta a la mano y tomar nota de los argumentos presentados.    

 

El Espinoso Origen de Hamilton

Alexander Hamilton, edecán de George Washington durante la guerra, miembro de la Asamblea Constituyente de 1787, y secretario del Tesoro del gabinete presidencial de Washington, parecía destinado a una vida mucho más modesta, confinada al letargo de una colonia danesa en el Caribe.

 

Según la intensidad del zoom que se aplique, el país insular de San Cristóbal y Nieves puede desaparecer del globo terráqueo o figurar como dos partículas incrustadas en la región de las Antillas. La más pequeña de estas, similar en extensión a los distritos de Lima y Puente Piedra unidos, fue lo que Hamilton llamó su hogar durante el primer quinto de su vida. De madre francesa y padre escocés, al pequeño Hamilton se le negó la admisión a todo colegio anglicano. Ello porque su padre, un noble venido a menos, no era el hombre que habíase casado con su desdichada madre. Hamilton fue, como el presidente John Adams le haría en más de una ocasión recordar, el “mocoso bastardo de un mercader escocés de poca monta”. 

 

La penosa situación de orfandad a la que un adolescente Alexander se vio precipitado estuvo marcada por el abandono de su padre y el prematuro fallecimiento de su madre. Lo primero ocurrió cuando, habiendo instado a su familia a migrar a la isla de Santa Cruz, el padre optó por marcharse de su hogar. Tenía Alexander diez años de edad para ese entonces, y su hermano doce. Rachel Faucette, la madre de los muchachos, moriría tan solo dos años más tarde, víctima de un mal que el segundo hijo contrajo también, pero sin consecuencias letales. 

 

Por si lo anterior fuese poco, a estas desgracias se aunó la acometida del exmarido de Faucettte. Este señor, un endeudado cazafortunas danés que veinte años antes logró persuadir a la abuela de Hamilton de casar a su reacia hija con él, se había amparado en la ley danesa para orquestar, en 1750, el encierro de su joven esposa en prisión durante algunos meses. Ahora, en 1768, volvía a la carga para disputarle a los hermanos Hamilton el derecho a heredar unos suministros comerciales y un puñado de esclavos que habían sido propiedad de su madre. El exmarido de la progenitora de Hamilton logró su cometido, afianzando aun más el desamparo de los chicos. 

 

Que la vida no dio a Hamilton más opción que darse al abandono o ampararse a sí mismo es tan diáfano como las aguas turquesas de su natal Caribe. Tras el suicidio de su tutor legal designado, el deceso de su tío, y el distanciamiento de su hermano, no tuvo el destino mejor idea que obsequiar a Hamilton la infausta experiencia del azote de un huracán. Sería este desastre natural, no obstante, lo que le animaría a escribir una conmovedora crónica de los hechos acontecidos. La prosa de Hamilton, inusitadamente hábil para un huérfano autodidacta de diecisiete años, le valió una publicación en el periódico local, y luego un generoso gesto de parte de la comunidad, que hizo una colecta para costear el traslado del muchacho a Boston, donde tendría la oportunidad de pulir sus incipientes talentos. 

 

Lectura Recomendada

Llegado a este punto, las proezas de este padre de la patria estadounidense son materia expuesta por el musical homónimo que le valió a su autor, Lin-Manuel Miranda, un premio Pulitzer. Los libros que queremos comentar brevemente, “Concrete economics” y “Capitalism in America”, no tienen por protagonista al propio Hamilton, sino a las ideas que tuvo este sabio respecto a cómo una gestión pública perspicaz puede promover la industrialización y el crecimiento económico. 

 

Concrete economics: the Hamilton approach to economic growth and policy fue escrito por el historiador económico J. Bradford DeLong, funcionario del Departamento del Tesoro durante el primer Gobierno de Clinton, en coautoría con Stephen S. Cohen; docentes ambos en la Universidad de Berkeley, California. Los autores sostienen que la mano invisible del mercado requiere el hábil movimiento del codo, que en esta metáfora representa al gobierno y sus políticas públicas. Estas políticas —particularmente las que atañen al modelo de crecimiento económico— deben ser receptivas a las condiciones cambiantes del entorno. Así, el buen desempeño del policymaker viene a ser la concienzuda y atenta observación de los requisitos cambiantes del crecimiento para reformular con tino y audacia la estrategia económica del país. Dentro de este paradigma, no es tanto la teoría o la convicción ideológica lo que guía las decisiones públicas, sino el buen juicio pragmático. Nadie encarna mejor este modus operandi, dicen los autores, que Alexander Hamilton, el artífice del cambio en la ventaja comparativa de los Estados Unidos. Como el costo de oportunidad de producir manufacturas era mayor en el flamante país del Nuevo Mundo que en Gran Bretaña, la teoría económica convencional exhortaba a la joven nación a invertir en su sector agrícola y abandonar toda pretensión de manufactura doméstica. En un acto de flagrante herejía, Hamilton desafió el evangelio de David Ricardo e impuso aranceles al leviatán industrial británico. Ello, junto con la asunción federal de la deuda, el sufragio de la misma con los recursos fiscales procedentes del proteccionismo, y la creación del Primer Banco de los Estados Unidos, allanó el camino para el desarrollo de las manufacturas norteamericanas. Todas las políticas mencionadas germinaron, vale decir, en la esclarecida mente de Alexander Hamilton. 

 

Capitalism in America: an economic history of the United Statesfue escrito por Alan Greenspan, expresidente de la Reserva Federal de los Estados Unidos (cargo análogo al que hoy ocupa Julio Velarde en nuestro país), en coautoría con Adrian Wooldridge, columnista de Bloomberg Opinion. El capítulo dos del libro, titulado The two Americas, aborda el antagonismo que hubo entre la región del norte, modernista e industrial, y el inveterado sur, adepto al esclavismo agrícola. El origen de esta contienda se remonta al famoso debate protagonizado por Thomas Jefferson y Alexander Hamilton, cada quien con su propia visión del futuro. Mientras que Jefferson pujó por una república descentralizada de granjeros terratenientes, Hamilton abogó por una república comercial manufacturera, donde la ciudad y el mercado primaran sobre el campo y la autosuficiencia. La verdadera autosuficiencia vendría —comprendió Hamilton— de la capacidad de la nación para crear un poderoso ejército y tomar las riendas de su propio destino económico; dos privilegios que solo los países dotados de un robusto sector manufacturero pueden permitirse. Al final, no tuvo Jefferson de otra más que conceder la victoria a su rival, adoptando su doctrina de los poderes implícitos para defender la constitucionalidad de la compra de Luisiana. Y, para colmo, fue el buen historial crediticio del gobierno federal, cortesía de la gestión fiscal hamiltoniana, lo que permitió al Gobierno de Jefferson acceder al crédito necesario para financiar aquella transacción. 

 

La entrada de estos libros al mercado peruano es una primicia de Crisol. No espere semana a semana hasta que las librerías internacionales le traigan su pedido. click a los títulos subrayados arriba para adquirirlos hoy mismo si es que está en Lima, o a más tardar en una semana si está en provincia.