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Carlos Contreras y Elizabeth Hernández
Muchos han de ser los que, al evocar la idea del libro, se remiten a la literatura, la poesía, las obras de teatro, o quizá incluso a la autoayuda y el esoterismo.
Es preciso, no obstante, recordar que el libro no es tan solo medio de expresión para el novelista, el poeta, el dramaturgo, o el esotérico. Tendemos a olvidarlo, pero el académico, el filósofo, el científico social, y el historiador hallan también en el libro un medio para la difusión de sus hallazgos y reflexiones.
La historiografía peruana ha tenido la dicha de contar con los aportes del diplomático Emilio Romero, el perspicaz observador Porras Barrenechea, el acaudalado marqués Riva-Agüero, el contralmirante Carvajal Pareja, y la dupla de tocayos José de la Puente padre e hijo, descendientes del sigloveintesco presidente Manuel Candamo.
La lista anterior dista mucho de estar completa, pero la hemos mantenido concisa para no abrumar al lector. Podríamos, no obstante, agregar en ella a Carlos Contreras y Carmen McEvoy, dos historiadores que hoy en día gozan de cierta exposición mediática. Un notable mérito que en sus años mozos McEvoy se granjeó fue la prestigiosa beca Guggenheim, otorgada a estudiantes de ingente potencial para la producción académica. Sus logros incluyen, en días más recientes, el anuncio de un nuevo tiraje de su libro "La guerra del pacífico", cuyo primer lote de ejemplares impresos se agotó a menos de dos meses de haber sido publicado.
Por lo que a Contreras respecta, queremos comentar en esta ocasión un libro editado por él y por Elizabeth Hernández. Nos referimos a “Historia económica del norte peruano”.
La obra en cuestión, publicada en el 2017, es una recopilación de artículos cuyo motivo común viene siendo la historia económica de la macrorregión norte de nuestro país. Un especialista distinto se encarga de cada período de nuestra historia, de manera que Susan Ramírez cubre la etapa comprendida entre 1532 y las postrimerías del siglo XVII. Después la releva Elizabeth Hernández, quien ofrece un estudio del período que inicia en el siglo XVIII y termina en las primeras décadas de la República. De nuestra primera centuria independiente se ocupa Susana Aldana, a quien le sigue el británico Lewis Taylor con su particular visión del siglo XX peruano, que incluye además los tres primeros lustros del XXI.
Complementan, asimismo, el arqueólogo Régulo Franco con su descripción de las economías Moche, Sicán, y Chimor; la historiadora Julissa Gutiérrez con su estudio de la mano de obra en la última centuria colonial; el economista Miguel Jaramillo, investigador principal del Grupo de Análisis para el Desarrollo, con su análisis centrado en la historia de Piura; y la socióloga Edith Aranda con su trabajo sobre la influencia del petróleo en el desarrollo de Talara.
Son varios los contenidos en los que el lector de “Historia económica del norte peruano” puede volcar su atención. Nosotros nos decantamos por hacer seguimiento a la historia económica de Cajamarca. Huelga decir que nuestra lectura nos surtió de valiosos insights, los cuales compartiremos a continuación.
El más temprano florecimiento económico en Cajamarca se dio en el sector textil; no en la minería, como muchos podrían suponer. Fueron los territorios australes del virreinato del Perú, correspondientes en la actualidad a Bolivia, los que cobraron un protagonismo precoz en la escena minera del siglo XVI; ello gracias a la mina de Potosí.
Los encomenderos de Cajamarca encauzaron el trabajo de sus siervos indígenas no a la minería, sino a la manufactura textil, que se llevaba a cabo en unos talleres denominados ‘obrajes’. Si bien no es conocido el volumen de producción que estos obrajes llegaron a tener, sí se sabe que para el año de 1593 el taller de la encomendera Jordana de Mejía empleaba el trabajo de 87 nativos encomendados, los cuales debían operar los 10 telares y 75 tornos instalados en el taller. Una segunda ilustración del tamaño de la operación textil cajamarquina, pero esta vez para fines del siglo XVII, nos la proporciona el siguiente dato: el ganado ovino —fuente de lana para los obrajes— superaba la cifra de 350.000 ovejas.
El lector de “Historia económica del norte peruano” podrá leer acerca de la diversificación de la economía cajamarquina en el siglo XVIII, dada por la aparición de explotaciones agrícolas —especialmente el cultivo de tabaco en Jaén—, y por el descubrimiento del yacimiento de Hualgayoc; que en algunos períodos, según Hernández, arrojó un valor anual medio cifrado en el 13% o 14% de la producción de la economía virreinal.
Muy diferente es, en la época contemporánea, la productividad de la mina de Yanacocha, que entre 1992 y el año 2000 produjo más de 14 millones de onzas de mineral. No pasaría mucho tiempo hasta que Yanacocha se ganara un lugar entre las más grandes minas de oro de Latinoamérica. En el 2005 alcanzó un rendimiento récord de 3,3 millones de onzas; ello en un contexto internacional muy favorable por la subida de los precios de minerales. Gracias al extraordinario desempeño de las exportaciones mineras, el Perú pudo sostener en la primera década del siglo XXI una tasa de crecimiento promedio de 6,6%. Nuestro país se precia, inclusive, de haber alcanzado en el 2008 un crecimiento récord de 9,8%.
Hay, sin embargo, una interesante paradoja: pese a ser Cajamarca el motor de la economía nacional, este departamento ocupa de manera sistemática los primeros puestos del ranking de las regiones más pobres del país. Según se puede apreciar a partir del artículo de Lewis Taylor, en el año 2013 Cajamarca encabezó la infame lista de los departamentos con mayor nivel de pobreza del Perú, ostentando un 59,2% de pobladores empobrecidos; más del doble de la estadística nacional, que fue de 23,9%. Esta situación no muestra indicios claros de mejora, pues Cajamarca continúa disputándose con Ayacucho el primer lugar del nefasto ranking. Parece, pues, que el buen desempeño de variables macroeconómicas tales como el PBI, la inversión extranjera, y la balanza comercial no es garantía de un bienestar general uniformemente distribuido.
¿Desea saber cómo la Compañía Peruana de Alimentos Lácteos incidió sobre la modernización del agro en Cajamarca? ¿Le interesa saber cuál es el cultivo más prometedor para sacar a las familias campesinas de la pobreza? ¿Le intriga saber por qué el 87% de las unidades agrarias en la sierra norte son minifundios de superficie menor a las 5 hectáreas? Si tiene interés en estos temas, ya sea por curiosidad intelectual o por el deseo de deslumbrar a sus amigos en conversaciones profundas, “Historia económica del norte peruano” es el libro indicado para usted.
Los efímeros momentos de tregua que las obligaciones diarias y el trabajo nos conceden son un precioso tesoro. Otorgar ese tiempo a la lectura de libros de historia en lugar de dedicarlo al descanso constituye un arduo desafío. Quien esté, no obstante, dispuesto a hacer ese esfuerzo cuenta con Librerías Crisol para pertrecharse de buenos libros en la materia.