Dentro de la escandalosa historia que viene de atrás del intento de Elon Musk y Tesla de construir el mejor automóvil del mundo y la carrera para conducir el futuro. Elon Musk se encuentra entre los titanes más controvertidos de Silicon Valley. Para algunos es un genio y un visionario y para otros es un vendedor ambulante voluble. Se han ganado y perdido miles de millones de dólares en sus tweets y sus hazañas personales son materia de los tabloides. Pero a pesar de toda su escandalosa charla sobre la carga mental y los viajes espaciales, su visión más audaz es la más cercana al suelo: el coche eléctrico. Cuando se fundó Tesla en la década de 2000, los coches eléctricos fueron una novedad, los fabricantes de automóviles los sacaron a la luz y los arrojaron a la basura durante más de un siglo. Pero donde la mayoría de los espectadores solo vieron fracasos, un pequeño grupo de ingenieros y emprendedores de Silicon Valley vio potencial y se enfrentaron a los rivales comerciales más grandes y feroces del mundo, con el objetivo de fabricar un automóvil que fuera más rápido, más sexy, más suave y más limpio que la competencia. Tesla atravesaría quince años verdaderamente infernales, acosado por rivales, presionado por inversores, cojeado por denunciantes, animado por sus leales seguidores. El propio Musk a menudo demostraría ser el peor enemigo de Tesla: sus payasadas llevaron repetidamente a la empresa que él mismo había financiado al borde del colapso. ¿Era un desvalido, un antihéroe, un estafador o una combinación de los tres?